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She lives in a fairy tale somewhere too far for us to find, forgotten the taste and smell of the world that she's left behind.

lunes, 8 de octubre de 2012

Azotea

Un día como otro cualquiera, un caluroso día de agosto por lo que Zaragoza está desierta. Juan
camina rápido hacia el trabajo, pensando en mil cosas a la vez. Dónde ha dejado las llaves de la
oficina, por qué Clara no le avisó de esa reunión por la tarde… Entra en el edificio. Antiguo,
familiar. Sube en el ascensor peinándose y arreglándose la corbata que una dependienta le
sugirió comprarse. Sale del ascensor, aquella octava planta... Por un momento se le para el
corazón cuando ve la puerta de la azotea abierta. Camina dudoso hacia ella, y finalmente entra
decidido, cerrando la puerta tras de sí. El corazón, en esta ocasión, le late tan fuerte que se le
podría salir en un abrir y cerrar de ojos. Empieza a ponerse nervioso al pensar que puede que
haya otra persona más ahí arriba… Pero piensa que es imposible. Se asoma al muro, cierra los
ojos y recuerda ese día en el que estuvo ahí con ella.
Otro caluroso de día de verano, junio. Diez años atrás y lo recuerda como si fuera ayer. Un día
que se le quedará grabado de por vida, como otros tantos que había pasado con ella.
Ella le había llamado, necesitaba verle, y ese el único lugar en el que podían estar juntos,
apartados del mundo exterior. Juan estaba especialmente nervioso, al igual que ella. Estaban
sentados en el muro mirando las calles de la ciudad, la gente que paseaba por ellas, las
historias que compartían esas personas, historias como la suya. Luna le miraba, con esa
mirada, esa que Juan conocía tan bien. Las palabras sobraban para saber que esa relación no
iba a ninguna parte. A Juan le dio un vuelco al corazón, y ella sintió un vacío en su interior. Los
sentimientos eran tan fuertes que podían olerse en el ambiente, un ambiente lleno de
momentos; todos los que habían compartido desde la infancia. Se fusionaron en un abrazo,
uno de sus abrazos tan valiosos y preciados, tan fuertes que ella podía notar en el pecho los
latidos de él. Se tumbaron en la hamaca, juntos, como siempre, mirando las nubes del cielo.
Significaba un punto y final. Por una vez, el amor no era suficiente. Ambos lo sabían.
Juan volvió a la realidad, con los ojos llenos de lágrimas. El amor que siente por Luna es el
sentimiento más fuerte que ha sentido nunca, por encima de cualquier miedo o alegría. Desde
entonces había estado sobreviviendo, intentándolo. Pero no era capaz de poder continuar su
existencia sin ella. Habían pasado seis años desde la última vez que la vio en aquella terraza.
Tan guapa y espléndida como siempre. Feliz, sin él, como tanto había deseado. Algo que a Juan
le produce mucho dolor… Se sube al muro. Piensa en sus manos agarrando fuertes las suyas,
en su forma de caminar y en su hermosa sonrisa, precipitándose al vacío, desplomándose
sobre la acera de Independencia.

Redacción, práctica 1.