La noche transcurre sin complicaciones. Una noche de fiesta,
alcohol y desenfreno. La típica de las
Fiesta del Pilar para Carol y su grupo de amigas. Son las seis de la mañana y
siguen con la misma energía de siempre que tanto las caracteriza. Las siete y
media y el ambiente empieza a decaer, pero ahí siguen ellas bailando. Las nueve,
es hora de volver a casa. Al contrario que sus amigas, Carol no ha bebido, por
lo que le toca coger el coche para regresar a casa. Se muerde sus diminutas uñas
pintadas de rojo, está nerviosa, tan solo lleva conduciendo un par de semanas.
-¡A ver novata! Llévanos a casa sanas y salvas, no nos
estrelles por el camino que eres muy capaz –chilla Lucía con su voz de pito.
-¡Cállate rubia! –le contesta Carol mirándola por el espejo
retrovisor.
-¡Ya sabes que hablo en broma Carol! –y se levanta del
asiento trasero para darle un beso en la mejilla.
María, Berta, Lucía y Vico se ríen mucho, demasiado. En un
stop Vico se incorpora y pone la radio muy alta. Todas empiezan a cantar Like a
virgin de Madonna, menos Carol que está
concentrada en el tráfico de Gran Vía a estas horas de la mañana. Montan mucho
escándalo.
Al cabo de un rato Carol suspira, aliviada. Ya las ha dejado
a todas en casa. El cansancio ya hace mella en ella, casi se duerme en un
semáforo. Todavía tiene un largo camino hasta casa pues vive a las afueras de
la ciudad. Mete quinta. Pisa el acelerador fuerte. Inesperadamente aparece un pastor alemán en
mitad de la carretera. Da un volantazo. Su pequeño Mini Cooper de color rojo
roza a un Opel Astra azul. Otro volantazo. Una, dos, hasta tres vueltas de
campana. El coche destrozado se encuentra tirado en la acequia, boca abajo.
Pasan veinte minutos y llega una ambulancia, también los
bomberos. El rescate de la joven es complicado, pues su delgado torso se
encuentra atrapado debajo del asiento y la puerta. Al final consiguen sacarla,
todavía inconsciente. Tiene un corte en
la frente y otro en el pómulo derecho, por lo que la sangre le recorre toda la
cara. Su pelo liso y moreno está ahora enredado y sucio. Se le han roto los
vaqueros desteñidos asomándose una profunda brecha, además de tener
magulladuras y cristales calvados por todo el cuerpo. Los médicos de la
ambulancia no consiguen despertarla. Le abren los parpados y le alumbran con la
linterna. Nada. La suben a la ambulancia y la llevan al hospital más cercano.
Como si fuera un milagro en un semáforo abre los ojos. Aturdida. Asustada.
Cegada por el potente foco que le alumbra la cara, le devuelve la sonrisa al
médico que le acompaña.
Redacción, práctica 2